jueves, 14 de mayo de 2009











Viva la vida
Historia en episodios desordenados.

Episodio uno:
Un gesto exagerado
Miércoles 19 de marzo de 2009, taller “El árbol del cielo”

Ayer, un gesto exagerado transformó la tarde en grillo.
Empezaba los talleres, el grupo de los adultos de hace tantos años.
Era la siesta, puro sol sobre Dorrego, casi nada. Dispuesta la mesa con sus sillas, las palabras.
Entonces, llegó Piche.
Apareció de pronto, su pelo blanco, la barba, su manera de llevar el cuerpo que se resiste y
en las manos que tiemblan
pesada
con todos los verdes en fila
una sandía
una bella gran sandía de regalo para la maestra.
No sabía Piche de mi encuentro con la planta de sandía al final del verano; de su paciencia esperando, en el patio, mi vuelta.
Fue el azar, esa forma leve del amor que enreda deseos y esperanzas.
toda la tarde ayer
vivimos dentro de la sandía
en el rojo
ojos
de semilla negra
sobre el mundo
y fuimos buenos
como peces que jamás tienen sed

Puedo contar, también, que había un pañuelo azul, que lo ofrecí para hacer magia, para sacar un conejo o flor que necesitaran y Piche dijo: improvisación y alegría.
Su gesto sobre el pañuelo giró el tiempo para ordenar la tarde:
improvisación y alegría
y del pañuelo sale
una sandía a rayas de todos los verdes.

Claro que después, hubo que comer la sandía
cortarla y comerla.
Más tarde, vinieron los pibes.
Una nena de seis, puro trenzas, decía: ¡Tengo taaaanta hambre!
¿Con qué caricia o palabra se cierra un taller literario?
Ayer nos despedimos comiendo lunas enormes de sandía.


Episodio dos:
Una semilla oscura
Jueves 26 de febrero de 2009, en casa.

Fue en nuestra ausencia, en el abandono del patio, mentas y jazmines.
Alguna tarde que vine hasta casa y salí para llamar a las gatas, su saludo de pasar el lomo por nuestras piernas, mordisquearnos los dedos del pie. Fue entonces que descubrí la planta con sus hojas ásperas, el festón verde y el asomo de los frutos lisos, a rayas.
Ahora que volví para disponer camas y mesas, poner los libros en su lugar, los relojes, voy al patio como quien va de visita, a conversar de lo que fue el verano.
Todavía sin herramientas ni intervenciones, escucho el movimiento del tiempo, la tierra sin agua, la vida que se ha dado una semilla oscura en el silencio de la casa vacía.
Es el enredo de los tallos que pican y las pequeñas flores amarillas abiertas al sol o cerradas como faroles a la noche. Las sandías creciendo, un mundo verde y el rojo que espero, lo dulce.
Volví a casa distraída de los almanaques y los trabajos y fue una sandía que crece, belleza de todos los verdes rastreros sobre el olvido y el calor, lo que me trajo de vuelta a mis días, a la pequeña vida de ojos abiertos, para que pruebe, de nuevo, el alimento de la poesía
ahora
en la carne de azúcar que estará para mi boca
antes del otoño.



Episodio tres:

Herbario
Martes 12 de mayo de 2009, en mi cuaderno.

esta mañana
mientras pegaba hojas
y flores
de sandía
en un papel delicado
recordé
el herbario de dickinson
que mencionó delfina

me regalaron uno
dijo
es tan hermoso
ordenaba su mano
como los versos
esa colección

lo había olvidado
hasta hoy
que busqué entre los libros
las hojas y las flores
guardadas
antes del invierno

para llevarlas
a los niños
los pequeños
que comieron
la sandía que trajo piche
se llenaron la boca
de palabras sandía
o semillas
en una rodaja pintada

pero esta mañana
mientras disponía
la vegetal transparencia
en un papel
recordé
el herbario de dickinson

me detuve
en la serie
de movimientos
de mi mano
la manera de usar los dedos
el cuerpo inclinado
el silencio

¿cuánto hace
que estoy aquí?

nadie me mira
pueden pasar dos siglos
es nada

el olor a jabón
en su vestido


Episodio cuatro:

Nace una sandía

Miércoles 6 de mayo de 2009 ,en “El árbol del cielo”

Con mi gran boca
como una rodaja de sandía.
Vino de Colombia escondida en un submarino.
La descubrió Juancito cuando la sandía flotaba
desparramada sobre una ola
que suspiraba y suspiraba
cansada de hacerla bailar.

Sol De Lucia, 7 años.

Con mi gran boca
como una rodaja de sandía.
Vino de la China en un barco.

El barco traía mil un sandías.
Yo pasaba en una lanchita cuando vi

la punta de una de las sandías
asomando por el ojo de buey.
Entré al barco a escondidas y me fui a la sala de sandías.
Agarré la más chiquita y me la llevé.
La colgué del ancla para bajarla a mi lancha,
pero se rompió y me escupió todo su jugo a la cara.
Volví a la sala de sandías.
Esta vez, busqué la más grande que había.
La tiré por la borda a mi lanchita.
La lanchita se hundió y yo me volví a casa
nadando y sin sandía.

Vittorio Lemus, 8 años.

Con mi gran boca
como una rodaja de sandía.
Vino del otro lado del mundo.
La tiraron al mar y llegó flotando a Monte Hermoso.
Un cangrejo la trajo hasta Dorrego
y le pidió a una hormiga,
a la hormiga más débil del hormiguero,
que me la traiga de regalo.
Ahora me la como
flotando en la pileta del club independiente
de panza al sol.

Violeta Mortarini, 8 años.

Con mi gran boca
como una rodaja de sandía
que nació en mi quinta.
En mi quinta tengo noventa y cinco sandías,
una para cada día del verano.
La como a la media noche y al mediodía.
Mi conejo Arturito mueve su cola emplumadita
para un lado y para el otro
porque quiere que le convide mi sandía.

Valentina Mazzón, 6 años.
Ayudas externas:
Pintura Viva la vida, de Frida Kahlo
Libro Nace una sandía, de Agustín Olavarría, Edic. De la flor


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