miércoles, 3 de marzo de 2010

Volver en marzo


Todo lo esperamos del verano, los amores arrebatados y los días tendidos largamente al deseo.
Empieza el año en el intervalo del pensamiento, ya habrá que volver después a las palabras justas, a la violencia de estar viva.
Por ahora, es el verano, la siesta, su dulce olor, la delicia del durazno. Como cuando éramos chicas, el final de las clases, las largas horas en el vacío, enumerar estrellas.
Del verano son los días contados todo el año, guardados a la felicidad.
Irse como si fuera para siempre, olvidarse de todos, ser olvidada. Por quince días otra, cualquiera, menos la que vemos el resto del año en el espejo.
Todo lo esperamos del verano
pero es tan hermoso volver a casa, como volver al cuerpo que amamos.
Volver en marzo, sin la esperanza de la pasión, con el lento arder del otoño, su trabajo sobre las cosas.
Cerrar el verano tendidas en la corriente del tiempo, atentas a sus delgadas espinas y a la inesperada felicidad
pétalos que vuela el viento y deposita sobre nuestros vestidos
jugamos un poco con ellos entre los dedos y dejamos, después, que se deshagan
como la lluvia.

Los diez oficios del ojo


No dejaré de colocar, entre estos preceptos, una invención que, aun cuando pequeña y ridícula, es útil para excitar la imaginación. Contempla un muro embadurnado de manchas o de piedras mezcladas; verás en él paisajes, montañas, ríos, batallas, grupos; descubrirás extraños aire de paisajes que podrás reducir a una buena forma.
Ocurre con ese muro como con el sonido de la campana, en el que oirás tu nombre o un vocablo imaginado por ti.
De los diez oficios del ojo: claridad, tinieblas, cuerpo y color, figura y posición, alejamiento y proximidad, movimiento y reposo. De esos oficios estará tejida esta mi obrita….
Leonardo Da Vinci, Brevarios.


Fue en agosto de 2009, en El árbol del cielo, un viernes a la tarde:
Leímos el fragmento de Leonardo, su versión del viejo juego del muro descascarado y salimos, cuaderno y lápiz dispuestos, a la calle.
Buscamos un paredón embadurnado de manchas y allí practicamos el juego: dibujos, palabras, borradores.
Después, reunidos otra vez alrededor de la mesa, con la lista de las visiones obtenidas sobre el paredón y la lista de los oficios del ojo –su puesta en práctica, su repentina intuición, el misterio que producían en los niños algunas palabras - escribimos nuestro extraño aire de paisajes, que aquí va:


Muro descascarado (o los diez oficios del ojo)



Veo el alejamiento de las siluetas de las casas y las tinieblas de un amanecer.
Claridad en la piel del canguro.
Las figuras de los ojos de mi gato.
Color de manzana del corazón, de las flores de un nene.
Veo el color del brillo del hada al volar.
Veo el cuerpo de un paisaje desnudo.
El cuerpo de un niño cayendo.
Veo el reposo tranquilo de un hombre sentado.
El movimiento de un corazón enamorado.
Veo la proximidad de un mono ágil.
La proximidad del atardecer rosado.
La proximidad de una oveja esponjosa como una nube.
Veo la proximidad del cielo.
Veo la posición de mis ojos que miran.

Agustina González Simón, 10 años; Jazmín Briatore, 9 años; Isabella Briatore, 10 años; Marina Chiaradía, 11 años; Pablo Lemus, 13 años; Victorio Lemus, 9 años