lunes, 8 de abril de 2013

El libro que nos busca (o: Una lectora seducida)





Soy una mujer, soy una persona, soy una atención, soy un cuerpo mirando por la ventana. Del mismo modo, la lluvia no está agradecida por no ser una piedra. Ella es la lluvia. Tl vez sea eso lo que se podría llamar estar vivo. No es más que esto, sólo esto: vivo. Y sólo vivo de una alegría mansa. Silencio. No es más que esto, sólo esto: vivo. Y sólo vivo de una alegría mansa.

Silencio, Clarice Lispector



Con ese calor,-¿era enero del 2006, 2005?-  en la mesa de saldos, el olor transpirado de la vieja tinta y el papel de tantos otros cuerpos apilados, por eso busqué tu  mano, que rozaras mi cubierta oscura, los ojos, los seis ojos para mirarte. Y tu mano pasó sobre mi cubierta, me acercó a tus ojos. Te decidiste rápido, era poca plata, un riesgo menor. Ah…pero no sabías. La escritura de Clarice es una red sutil y perturbadora, podés huir, esconderte, mirar para otro lado, no entender, jugar a no entender, pero vas a volver, abrir las páginas, repetir, leer en voz alta, dejar que te llamen con ese nombre. 
Ahora tenés un estante lleno de Clarices, es tu tesoro. Ya no podrías vivir sin esos libros, te buscás en ella, te perdés...






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