lunes, 8 de abril de 2013

No hago otra cosa más que leer...(biografía de la quietud)

Mansfield, anoche -¿Qué puede hacer una en medio de la plena perfecta felicidad?- entre tantas que han sido estas noches de mis cuarenta –Woolf, Lessing, Duras, Lispector, Andruetto,
amnesia de Muschietti, Storni, Dickinson- mis hermanas. Venía del lenguaje hecho y deshecho de Vallejo, de Pessoa, de simbolistas e imaginistas, de poetas de los noventa, de novelas clásicas que finalmente tenía la paciencia de leer a mis treinta. Después de García Márquez y sus compadres, de Gelman, de Walsh, de los libros de la identidad en los ochenta. Y antes, Pizarnik y los surrealistas y Neruda y Cortázar, salir de la adolescencia; volver a entrar con Ana Frank, con Lorca, con las últimas mujercitas, ya casi no me acuerdo. Las Alicia, los Robin Hood, Sigmar y C. C. Vigil. Lejos, todavía me espera Pinocchio, así, en italiano.

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